domingo, 19 de mayo de 2013

Sé pasivo, no indefenso.


     Toda persona, como animales que somos (biológicamente hablando), aprendemos a protegernos, a defendernos de las situaciones de riesgo en las que nos sentimos desprotegidos, desamparados e incluso tendemos a usar técnicas propias del pánico: gritos, pataletas, correr… Todo actuando como de forma automática para que nuestra vida no corra peligro. Cuando no corre peligro nuestra vida nos basta con asustarnos, ponernos nerviosos y acabar por evitar la situación. Pero en situaciones dramáticas lo mínimo que hacemos es gritar. ¿A qué se deben estas reacciones? Probablemente y hablando desde un punto de vista evolutivo, se deba a que en nuestra evolución, nuestras especies antecesoras han debido vivir situaciones de riesgo, y como resultado han aprendido técnicas simples de defensa como las mencionadas anteriormente.
     Por otra parte, ante momentos inevitables en los que somos dominados, tras mucho intentar defendernos, acabamos por aceptar la ‘‘realidad’’. Terminamos por acatar el hecho de no poder evitar lo malo. No solo pasa cuando alguien por algún motivo te domina; sino también cuando formamos parte de situaciones incómodas tales como disputas, rencillas y conflictos, en los que por miedo a lo que pueda pasar aceptamos una derrota o una sumisión. En ese momento has aprendido a indefenderte. Ahora no eres capaz de salir de malas situaciones, eres dominado directa o indirectamente.
     En el caso del video, vemos como un alumno que tiene ante sí dos palabras imposibles de reordenar en la prueba es incapaz de resolver la tercera, que si es posible. Mientras que una persona con las palabras posibles de reordenar completa la tercera sin problemas. Así de fácil se puede enseñar la indefensión a un ser humano.
     Un ejemplo: tienes un amigo un tanto cabezota. Con él discutes continuamente pese a ser tu amigo del alma. Siempre que te peleas con él eres tú el que tiene que acabar por ceder y disculparte tengas o no la culpa. Otro día tienes una discusión con otro amigo y sin intentar defenderte ni llevar la razón le pides perdón. Este ejemplo es más común de lo que parece, tomándolo en campos de amistad, relaciones, trabajo, familia… Mientras que con el primer amigo tienes que ceder tú, te estás achantando ante una situación parecida con el segundo amigo simplemente porque como con uno no te funciona la defensa, aprendes que con el otro tampoco. De nuevo, has aprendido a indefenderte con nuevas situaciones en tu vida.
     La indefensión se aprende rápido y fácil como conclusión, y la única manera de desaprenderla es apoyándote en la ayuda de un amigo, familiar o psicólogo que te haga ver la realidad de otra perspectiva. Puedes pasar de los problemas, pero no se deben aceptar sin solucionarlos. Se puede ser pasivo, no indefenso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario