domingo, 19 de mayo de 2013

Mejor morir de pie a vivir de rodillas

 Como sabemos, la indefensión aprendida la estudió Overmier y Seligman, y conocemos la forma en la cuál basaron su investigación: realizaron una serie de experimentos de laboratorio con perros, a los que exponían a shocks eléctricos inevitables. Posteriormente, 24 horas más tarde, los perros fueron sometidos a una tarea de aprendizaje de conductas de escape en una caja de salto. La respuesta que se exigía a los perros consistía en saltar de un compartimiento a otro de la caja de salto, para evitar o escapar de la estimulación aversiva.
Los resultados obtenidos indicaron que los perros sometidos a shocks eléctricos inescapables, mostraban graves deterioros en el aprendizaje de nuevas conductas para evitar o escapar de shocks contingentes a las mismas. Además, estos perros, después de los primeros ensayos, no hicieron ningún movimiento para escapar, aguantando pasivamente los shocks elétricos.
 En una de las oraciones de por la mañana, leímos un relato en el que halaba de un elefantito que estaba en un circo atado a una estaca. Desde bebé estuvo atado a esta estaca y no tenía la suficiente fuerza para desatarse. A los varios años, el elefante ya estaba grande y un chico le preguntó a su cuidador que si estaba tan grande y fuerte, por qué no se soltaba?, este le respondió que desde pequeño había estado atado y como antes no tenía la suficiente fuerza, se había auto-convencido de que su destino era estar atado a esa estaca. Hago alusión a esto, debido a que en este relato que todos conocemos, el autor expresa un caso muy claro de indefensión aprendida, el elefante vio desde pequeño que no podía escapar hasta que se dio por vencido. Pienso que nunca debemos darnos por vencidos porque una vida en la que nos sometamos a algún problema que pensemos que sea mas fuerte que nosotros, no es una vida feliz... 
 Tenemos que rebelarnos ante una situación difícil, nada puede con nosotros ya que solo nosotros tenemos la fuerza y el razonamiento para poder pisotear a ese problema y poder decir con la cabeza bien alta: Nada puede conmigo.

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