jueves, 16 de mayo de 2013


¡ ABRE LOS OJOS !


Como sabemos, se trata de una condición psicológica en la que las personas aprendemos a creer que estamos indefensos, que no tenemos ningún control sobre la situación que nos rodea y que nada de lo que hagamos puede hacer que esta cambié, pensamos que es inútil cualquier actuación.
Debemos tener claro que los resultados no siempre se obtienen a corto plazo por lo que debemos seguir insistiendo de forma activa y no abandonar en nuestro empeño, mantener las alertas para poder detectar cualquier oportunidad y lanzarnos a por ella sin miedo al fracaso, puede que algún día encontremos la jaula abierta.
Podemos observar este fenómeno por ejemplo en el ámbito del deporte, en las actividades del día a día, en la presión de grupo ,en la inhibición por nuestra parte evitando ser protagonistas de nuestra vida o, en lo que nos centraremos más, violencia (ya sea de cualquier tipo, género ,doméstica o intrafamiliar). Si analizamos desde el mismo plano la violencia con la indefensión aprendida, obtendremos conclusiones negativas aunque por no acabar con una reflexión negativa, veremos que hay también consecuencias positivas.

 En este proceso, la víctima renuncia a tratar de efectuar modificaciones, aprende a vivir asustada y a creer que es imposible producir un cambio en la situación conyugal. Al ser más genérico la violencia contra la mujer, también quedará más especificado.
Niegan su comportamiento. Son incapaces de reconocer que están haciendo algo incorrecto o malo. Para ellos, están desempeñando el papel que le corresponde a un hombre “como debe de ser”.
Esta mentira la mantienen ante sí mismos y ante otros, convirtiéndose en el mecanismo que les permite mirarse al espejo todas las mañanas, sin sentir remordimientos o culpabilidad.
La forma mediante la cual consiguen la negación, es a través de la minimización, racionalización y justificación. Se dan una explicación de lo que está ocurriendo según sus propios esquemas y pensamientos, y cada vez ampliando más los límites de su conducta, de tal manera que llegan a un punto en que hagan lo que hagan, por muy horrible que sea, a ellas les parece normal. Hasta que este autoengaño no finaliza, el ciclo de la violencia continuará siendo cada vez más grave.
Por tanto, la víctima acaba luego sufriendo un proceso de adaptación o tolerancia ante todos esos maltratos como si formaran parte de una rutina, del día a día.

Es indefensión aprendida porque tras fracasar en su intento por contener las agresiones, y en un contexto de baja autoestima reforzado por su incapacidad por acabar con la situación, la mujer termina asumiendo las agresiones como un castigo merecido. 
Por tanto encontramos un elemento nuevo, la pérdida del control, que consiste en la convicción de que la solución a las agresiones le son ajenas, la mujer se torna pasiva y espera las directrices de terceras personas. 
La mujer decide no buscar más estrategias para evitar las agresiones y su respuesta ante los estímulos externos es pasiva. Su aparente indiferencia le permite autoexigirse y culpabilizarse por las agresiones que sufre, pero también limita su capacidad de oponerse a éstas
El maltrato repetitivo disminuye en la mujer su capacidad para responder, se convierte en sumisa. Su personalidad pasa a ser pasiva.

 
El sentido del éxito cambia en la mujer. Ella no cree que su respuesta le traerá resultados favorables, así lo sean o no.
La mujer maltratada no creerá que nada de lo que ella haga alterará el futuro o su destino.
El sentido de bienestar emocional pasa a ser precario y se vuelve más propensa a la depresión y a la ansiedad.
Una mujer agredida es capaz de soportar durante muchos años malos tratos brutales, y no solo acepta esta situación, sino que además la justifica, dando una explicación a estas reacciones paradójicas describiendo como un vínculo de protección, constituido entre la víctima y el agresor, donde ella desarrolla la capacidad para proteger su propia integridad psicológica, y, en ocasiones, para adaptarse al trauma, puede suspender su propio juicio crítico. 

 Y algo positivo, por ejemplo, es la forma que habitualmente escogemos para explicarnos a nosotros mismos por qué suceden las cosas que nos van sucediendo. Por ejemplo un estilo optimista bloquea la experiencia de desamparo, en cambio un estilo explicativo pesimista permite que la misma experiencia de desamparo que la persona experimenta se extienda a otras situaciones de su vida.

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