¡ ABRE LOS OJOS !
Como sabemos, se trata de una condición psicológica en la que las
personas aprendemos a creer que estamos indefensos, que no tenemos ningún
control sobre la situación que nos rodea y que nada de lo que hagamos puede
hacer que esta cambié, pensamos que es inútil cualquier actuación.
Debemos tener claro que los resultados no siempre se obtienen a corto
plazo por lo que debemos seguir insistiendo de forma activa y no abandonar en
nuestro empeño, mantener las alertas para poder detectar cualquier oportunidad
y lanzarnos a por ella sin miedo al fracaso, puede que algún día encontremos la
jaula abierta.
Podemos observar este fenómeno por ejemplo en el ámbito del deporte, en
las actividades del día a día, en la presión de grupo ,en la inhibición por
nuestra parte evitando ser protagonistas de nuestra vida o, en lo que nos
centraremos más, violencia (ya sea de cualquier tipo, género ,doméstica o
intrafamiliar). Si analizamos desde el mismo plano la violencia con la
indefensión aprendida, obtendremos conclusiones negativas aunque por no acabar
con una reflexión negativa, veremos que hay también consecuencias positivas.
En este proceso, la víctima renuncia a tratar de efectuar
modificaciones, aprende a vivir asustada y a creer que es imposible producir un
cambio en la situación conyugal. Al ser más genérico la violencia contra la
mujer, también quedará más especificado.
Niegan su comportamiento. Son incapaces de reconocer que están haciendo
algo incorrecto o malo. Para ellos, están desempeñando el papel que le
corresponde a un hombre “como debe de ser”.
Esta mentira la mantienen ante sí mismos y ante otros, convirtiéndose
en el mecanismo que les permite mirarse al espejo todas las mañanas, sin sentir
remordimientos o culpabilidad.
La forma mediante la cual consiguen la negación, es a través de la
minimización, racionalización y justificación. Se dan una explicación de lo que
está ocurriendo según sus propios esquemas y pensamientos, y cada vez ampliando
más los límites de su conducta, de tal manera que llegan a un punto en que
hagan lo que hagan, por muy horrible que sea, a ellas les parece normal. Hasta
que este autoengaño no finaliza, el ciclo de la violencia continuará siendo
cada vez más grave.
Por tanto, la víctima acaba luego sufriendo un proceso de adaptación o
tolerancia ante todos esos maltratos como si formaran parte de una rutina, del
día a día.
Es indefensión aprendida porque tras fracasar en su intento por
contener las agresiones, y en un contexto de baja autoestima reforzado por su
incapacidad por acabar con la situación, la mujer termina asumiendo las
agresiones como un castigo merecido.
Por tanto encontramos un elemento nuevo, la pérdida del control, que
consiste en la convicción de que la solución a las agresiones le son ajenas, la
mujer se torna pasiva y espera las directrices de terceras personas.
La mujer decide no buscar más
estrategias para evitar las agresiones y su respuesta ante los estímulos
externos es pasiva. Su aparente indiferencia le permite autoexigirse y
culpabilizarse por las agresiones que sufre, pero también limita su
capacidad de oponerse a éstas
El maltrato repetitivo disminuye en la mujer su capacidad para
responder, se convierte en sumisa. Su personalidad pasa a ser pasiva.
El sentido del éxito cambia en la mujer. Ella no cree que su respuesta
le traerá resultados favorables, así lo sean o no.
La mujer maltratada no creerá que nada de lo que ella haga alterará el
futuro o su destino.
El sentido de bienestar emocional pasa a ser precario y se vuelve más
propensa a la depresión y a la ansiedad.
Una mujer agredida es capaz de soportar durante muchos años malos
tratos brutales, y no solo acepta esta situación, sino que además la justifica,
dando una explicación a estas reacciones paradójicas describiendo como un
vínculo de protección, constituido entre la víctima y el agresor, donde ella
desarrolla la capacidad para proteger su propia integridad psicológica, y, en
ocasiones, para adaptarse al trauma, puede suspender su propio juicio crítico.
Y algo positivo, por ejemplo, es
la forma que habitualmente escogemos para explicarnos a nosotros mismos por qué
suceden las cosas que nos van sucediendo. Por ejemplo un estilo optimista
bloquea la experiencia de desamparo, en cambio un estilo explicativo pesimista
permite que la misma experiencia de desamparo que la persona experimenta se
extienda a otras situaciones de su vida.
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