Toda persona, como animales que somos (biológicamente
hablando), aprendemos a protegernos, a defendernos de las situaciones de riesgo
en las que nos sentimos desprotegidos, desamparados e incluso tendemos a usar
técnicas propias del pánico: gritos, pataletas, correr… Todo actuando como de
forma automática para que nuestra vida no corra peligro. Cuando no corre
peligro nuestra vida nos basta con asustarnos, ponernos nerviosos y acabar por
evitar la situación. Pero en situaciones dramáticas lo mínimo que hacemos es
gritar. ¿A qué se deben estas reacciones? Probablemente y hablando desde un punto
de vista evolutivo, se deba a que en nuestra evolución, nuestras especies
antecesoras han debido vivir situaciones de riesgo, y como resultado han
aprendido técnicas simples de defensa como las mencionadas anteriormente.
Por otra parte, ante momentos inevitables
en los que somos dominados, tras mucho intentar defendernos, acabamos por
aceptar la ‘‘realidad’’. Terminamos por acatar el hecho de no poder evitar lo
malo. No solo pasa cuando alguien por algún motivo te domina; sino también
cuando formamos parte de situaciones incómodas tales como disputas, rencillas y
conflictos, en los que por miedo a lo que pueda pasar aceptamos una derrota o
una sumisión. En ese momento has aprendido a indefenderte. Ahora no eres capaz
de salir de malas situaciones, eres dominado directa o indirectamente.
En el caso del video, vemos como un alumno
que tiene ante sí dos palabras imposibles de reordenar en la prueba es incapaz
de resolver la tercera, que si es posible. Mientras que una persona con las
palabras posibles de reordenar completa la tercera sin problemas. Así de fácil
se puede enseñar la indefensión a un ser humano.
Un ejemplo: tienes un amigo un tanto
cabezota. Con él discutes continuamente pese a ser tu amigo del alma. Siempre
que te peleas con él eres tú el que tiene que acabar por ceder y disculparte
tengas o no la culpa. Otro día tienes una discusión con otro amigo y sin intentar
defenderte ni llevar la razón le pides perdón. Este ejemplo es más común de lo
que parece, tomándolo en campos de amistad, relaciones, trabajo, familia…
Mientras que con el primer amigo tienes que ceder tú, te estás achantando ante
una situación parecida con el segundo amigo simplemente porque como con uno no
te funciona la defensa, aprendes que con el otro tampoco. De nuevo, has
aprendido a indefenderte con nuevas situaciones en tu vida.
La indefensión se aprende rápido y fácil
como conclusión, y la única manera de desaprenderla es apoyándote en la ayuda
de un amigo, familiar o psicólogo que te haga ver la realidad de otra
perspectiva. Puedes pasar de los problemas, pero no se deben aceptar sin
solucionarlos. Se puede ser pasivo, no indefenso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario