Recuerdo muy bien el día que empecé a darme cuenta de lo corta que es la vida. Por entonces yo tenía unos once años, y en mi casa estábamos mi padre y yo solos. Esa misma mañana al despertarme me explicó que mi abuelo se había muerto, entonces yo era muy niño y me hice el fuerte porque no quería que nadie me viese llorar, así que me escondí para desahogarme. Me sentí muy raro porque nunca le había dado importancia a la muerte y empezaron a surgirme mis primeras preguntas ¿hay algo detrás de la muerte? ¿cómo me recordaran?
Desde aquel día mi cabeza se ha llenado de preguntas que no se ni siquiera si tienen respuesta, siempre he dudado.
Si nos fijamos bien todas las personas nacen, todas mueren y todas quedan enterradas debajo del suelo que les dio la vida. Al tiempo solo quedan los huesos de esas personas pero yo creo que no todo acaba ahí, yo estoy convencido de que nuestro espíritu siempre estará vivo y de alguna forma viveremos eternamente.
Otro de mis miedos es cómo me recordarán y lo que dejaré a mi paso tras mi muerte, pues será triste recibir un ramo de flores al mes de las personas que se acuerden de mí, y en el desenlace final de mi vida lo que más me preocupa es cómo me recordarán, porque quiero que se sientan orgullosos de la compañía que les dí. Siendo egoísta no me gustaría perderme los avances de la vida, la evolución tecnológica, la humanidad... pero se que aunque lo desee todos estamos condenados a morir.
¿Nos imaginamos una vida eterna? Muchas personas ya tienen asumido que van a morir y no les importa hacerse preguntas sobre el mas allá o sobre su corta existencia comparado con los 4.500 millones de años que tiene la tierra. Pero yo por el contrario, a que mucha gente piense que estar en este mundo para toda la vida, sin preocupaciones, sin molestias... Pienso que el don de ser mortal lo hace todo más bello, dejar nuestro mundo para que alguien ocupe nuestro lugar, tener un final.
Por suerte o por desgracia la vida y la muerte van juntas de la mano, el reloj no perdona, siempre estará contando... ¿es bella la muerte?
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